Itinerarios
23 de noviembre de 2023 - 27 de enero de 2024
COMPLICIDADES
Experiencias compartidas
Cuando nací, Tàpies tenía diecinueve años. La primera obra que vi fue Puerta metálica y violín, de cuando él tenía treinta y tres y yo catorce. Pude contemplarla en el aparador de la tienda Gales del Paseo de Gracia de Barcelona, donde vendían una ropa que yo ansiaba vestir, pero que no estaba al alcance de la economía de casa.
No supe nada más de ese pintor hasta ocho años después, cuando su arte se me reveló plenamente. Fue en la antigua Sala Gaspar, en la calle Consell de Cent, donde exponía Maderas, papeles y collages. Un material que me entró por los ojos, pero también por las orejas, como un trueno, como un puntapié en el estómago. Un arte que me transformó y que reconocí instintivamente como sustancia propia.
Después, la vida me ha llevado a escribir sobre la obra de Tàpies muy a menudo, y cada vez que lo hago me obligo a volver al recuerdo de aquella experiencia primordial, a tirar del hilo, a averiguar la razón que hace que, setenta años después, todavía me reconozca plenamente en ella. El secreto de Tàpies se llama PINTURA y consiste en convertir en pintura todo aquello que toca, en investir la fatiga del universo con una plasticidad tan pura, tan exacta, tan intensa, que solo nos permite captarla emocionalmente. Siempre renaciendo.
“El arte no puede decirse con palabras, ni comprenderse con el intelecto. Únicamente podemos acercarnos de un modo válido con la emoción, una emoción que presenta analogías con la fe religiosa o la atracción sexual... Un eco estético”, dice Duchamp.
En El origen de la obra de arte, Heidegger remata la idea diciendo que el arte tan solo es arte si sabe abrir el mundo. Esa apertura trae en sí misma el colapso del mundo constituido. Es un encuentro inesperado, traumático, una colisión, una contingencia que “golpea”, un hierro que “quema”. Un qué familiar, porque nosotros también somos un enigma. Un enigma que el espíritu tendrá que descifrar sin que la razón lo apacigüe. El arte es un acto herético que perfora la superficie de la cosa hecha, ya vista. Una grieta abierta por el choque inesperado de un renacer constante.
ANTONI LLENA